1/Agosto/2010
No sin alguna ayuda he conseguido llegar a Trinitá dei Monti antes de que anochezca y mientras busco el sitio perfecto en las gradas de la Piazza de Spagna para presenciar la magia de Roma, pido una botella de agua muy fría en mi precario italiano a un hindú que parece tener menos idea del idioma que yo. Pago los hirientes tres euros que me ha solicitado el "amable señor" porque creo que es mejor a morir deshidratada, aquí saben bien cómo paliar la crisis...
Me siento al fin en las gradas, tenían razón, es la mejor puesta de sol que jamás he visto.
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