lunes, 3 de octubre de 2011

"Porque no sé hablar de lo que me inquieta"

Hoy la he visto de nuevo. Andaba con ligereza y rapidez por uno de los pasillos que conducían al café, a su ansiado descanso de media mañana, si no la hubiera visto ya cientos de veces, me habría extrañado, pero ya estaba acostumbrada. Entraba y soltaba su portafolios en una mesa pequeña, con dos asientos uno de los cuales quedaba siempre destinado al abandono. Se acercaba a la barra y pedía un café solo que tomaba ya apoltronada en su trono de la cafetería. De repente, me sorprendió su reacción, puesto que hacía mucho que no repetía ese modus operandi. Al terminar su café, aún con 50 minutos por delante para hacer cualquier cosa, abría su portafolios y sacaba cuidadosamente papel y bolígrafo, y tras ese ritual, comenzaba a escribir. Siempre que hacía eso, todos la miraban, alli, sola, centrada en su universo paralelo, sin importarle quién o qué opinase sobre ella. Un día, hacía ya tiempo, me atreví a preguntarle qué hacía cuando escribia, ella me contestó: "escribo porque no soy capaz de hablar de lo que me inquieta". Y ahí estaba de nuevo, preocupada, inmersa en su folio blanco garabateado con tinta azul.

Pasaron 45 minutos y yo, sumida en mi curiosidad, me acerqué hacia su mesa para preguntarle si volvíamos juntas a nuestros quehaceres. Ella, como recién despertada de un largo sueño, cogió de nuevo su boli azul y escribió: "sólo eso, nada más", cerrando la misiva con su elaborada rúbrica y la fecha de hoy, quedando para siempre en el anonimato el destinatario y contenido de la carta en cuestión, hay cosas que es mejor guardar.

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