Érase una vez, en un tablero de ajedrez, un pequeño peón, se quedó enamorado de la gran reina. A simple vista, la reina era una pieza llamativa, central, exitosa, envuelta por un halo de misterio que ella misma ayudaba a crear a su alrededor. Al principio, el pequeño peón renegaba de lo que sentía por la reina, pues pensaba que su amor era imposible, pero tiempo después, la reina y el peón compartieron sus sentimientos. Mientras el resto de figuras se movían a su alrededor, el peón fue acercándose a la reina a medida que ella dictaba sus pasos, y el pequeño peón, ingenuo, no veía la maldad de su manipuladora enamorada. Cuanto más se acercaba a ella, más grande se hacía lo que sentía por ella. Y llegó el día en que el peón llegó al fin junto a su amada reina, la felicidad era mucho mayor que todo el sufrimiento pasado hasta llegar a ella, pero la reina, cansada de su propio juego, en una estrategia inverosímil, expulsó al peón del tablero sin ninguna explicación.
Tiempo después, el alfil preguntó al peón, y después de que la reina te expulsara del tablero, ¿no quieres que te ayude a expulsarla a ella, como debe ser?
-No-, contestó el peón tajantemente, -Algún día la vida me devolverá lo que me ha quitado.
El alfil, no podía comprender como el peón podía haber rechazado hacer jaque a la reina que tanto dolor le había causado.
Y pasaron partidas y partidas, y un día el peón se convirtió en reina, y ansiaba volver a sentir el amor tan grande que llegó a sentir por la antigua reina, aunque no le hubiera sido correspondido. Un día, durante una partida improvisada, un nuevo peón llegó al tablero, el peón parecía tímido, y miraba a la reina con mezcla de interés y miedo. La reina, curiosa, se sintió muy intrigada ante la mirada del nuevo peón, y comenzó a acercarse a él, tratando de conocerle en profundidad. El peón, al principio, titubeaba cada vez que intentaba cruzar una palabra con la reina, pero pasados algunos movimientos, el peón y la reina comenzaron a conocerse más profundamente, y la reina, incrédula, comenzó de nuevo a sentir algo que creía borrado, lo que se siente al ver una de esas miradas tan mágicas, que se me presentan inefables.
Lamentablemente, la partida acabó, y el peón y la reina se separaron sólo guardando aquella mirada tan especial, pero con la seguridad de que volverían a mirarse en otra partida, tal vez antes de lo que ambos pensaban.
Besos a todos
lunes, 4 de octubre de 2010
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Me he liado un poco con los peones...pero creo que lo he pillado al final. Jeje.
ResponderEliminarEsa reina, la primera, solo ansiaba tener más poder, le daba lo mismo herir a alguien o no, como pasa mucho en la vida real...(Supongo, que quizás, lo has puesto en ese sentido de la vida) Pero lo que está claro es una cosa, todo lo que se desea y se espera con paciencia llega algún día, más tarde o más temprano, pero llega. =)
Muy bien! jajaa, filosofía aprobada!, revisa tus emails, que t mando una cosillaa!! besitooos!!
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